La Lysimachia nummularia es una planta que ofrece un impacto de manto dorado al servicio de la restauración paisajística.
En el catálogo de recursos vivos que emplea el profesional de la restauración paisajística, pocas plantas combinan la delicadeza visual con una robusta funcionalidad, como lo hace la Lysimachia nummularia.
Conocida popularmente como la hierba de la moneda, por esas hojas redondeadas que parecen salpicar sus tallos flexibles, o como Creeping Jenny en el mundo anglosajón, esta herbácea perenne trasciende su uso meramente ornamental para convertirse en una valiosa herramienta en la bioingeniería del paisaje y la recuperación de entornos degradados.
Su vitalidad y capacidad de adaptación la señalan como una especie a tener en cuenta cuando el objetivo es tejer vida y estabilidad en el lienzo del territorio.
La Lysimachia nummularia en zonas húmedas.
Originaria de los ambientes húmedos de Europa, la Lysimachia nummularia lleva en su ADN la afinidad por el agua. Es precisamente esta querencia por la humedad la que la convierte en una candidata excepcional para abordar uno de los grandes retos de la restauración: la estabilización de las riberas.
Como planta de ribera, allí donde el agua acaricia la tierra, en los márgenes fluctuantes de ríos, arroyos, lagunas y estanques, la hierba de la moneda despliega su estrategia vital.
Sus tallos rastreros no solo avanzan cubriendo el suelo, sino que tienen la habilidad de emitir raíces en los nudos que entran en contacto con el sustrato húmedo. Este proceso, un acodo natural continuo, teje una malla viva que abraza la tierra, ayudando a cohesionar las partículas del suelo y a mitigar la erosión hídrica que tanto amenaza estas zonas de transición.
Verla prosperar, incluso parcialmente sumergida, es entender su potencial para revegetar esos bordes complicados, creando un tapiz continuo que difumina la línea entre el agua y la tierra firme.
La Lysimachia nummularia en jardinería.
Esta misma capacidad de formar alfombras densas y autoenraizantes la proyecta como una solución eficaz para el control de la erosión en otras situaciones. Imaginen taludes suaves o áreas de suelo desnudo, siempre que la humedad sea una constante.
La Lysimachia nummularia, especialmente en su variedad ‘Aurea’ que deslumbra con tonos lima y dorados bajo el sol, actúa como un «mulch viviente».
Su cobertura protege el suelo del impacto directo de las gotas de lluvia y frena la velocidad de la escorrentía superficial, mientras sus múltiples puntos de anclaje contribuyen a fijar el terreno.
En aquellos rincones sombríos y húmedos donde el césped lucha por sobrevivir o el acceso para el mantenimiento es complejo, esta planta ofrece una alternativa resiliente y de bajo mantenimiento una vez establecida, dibujando un paisaje mullido y luminoso.
La Lysimachia nummularia en jardinería vertical.
Pero su versatilidad no termina en el plano horizontal. Su naturaleza rastrera se traduce en un elegante porte colgante cuando se le da la oportunidad de descolgarse.
Esta cualidad abre interesantes posibilidades en el paisajismo funcional y en la integración de la vegetación en estructuras. Piensen en muros verdes, donde sus cascadas de follaje pueden añadir textura y color; en la suavización de muros de contención (siempre asegurando la humedad necesaria en el sustrato); o en coronaciones de rocallas húmedas.
En la jardinería vertical, cada vez más presente en nuestros entornos urbanos, la Lysimachia nummularia puede crear espectaculares cortinas vegetales, contribuyendo además a la mejora ambiental del entorno construido.
Los cuidados de la Lysimachia nummularia.
Ahora bien, como profesionales, sabemos que cada herramienta requiere un conocimiento preciso para su correcta aplicación.
La Lysimachia nummularia no es exigente, pero sí dependiente de un factor clave: la humedad constante.
Los suelos secos frenarán su desarrollo e incluso comprometerán su supervivencia. Prefiere sustratos ricos, aunque muestra una notable adaptabilidad.
La intensidad de la luz solar influirá en la vivacidad de su coloración, ofreciendo dorados intensos a pleno sol y verdes más suaves en semisombra, un detalle a considerar en el diseño paisajístico.
El cultivo de la Lysimachia nummularia.
Su facilidad de propagación vegetativa, mediante la simple división de matas o el enraizamiento de esquejes de tallo, es una ventaja logística y económica considerable en proyectos de restauración que requieren cubrir grandes extensiones.
En viveros especializados en el cultivo de plantas para la restauración paisajística, se cultiva partiendo de esquejes en bandejas de alveolos forestales, con un sustrato para esquejes, plantando de uno a tres esquejes por alveolo según se necesite disponer de plantas más o menos vegetadas.
Para su aplicación en jardinería, una vez enraizados esquejes, se plantan en macetas para servir plantas más acabadas. Destacar que hay quien, dada su facilidad de enraizado, los esquejes directamente en la maceta definitiva.
La Lysimachia nummularia puede ser invasora.
Sin embargo, este mismo vigor, que la hace tan valiosa en ciertos contextos, obliga a una reflexión importante sobre su potencial invasor.
Su capacidad para extenderse y naturalizarse es alta, y en ecosistemas especialmente sensibles o fuera de su área de distribución natural, podría llegar a desplazar a especies autóctonas.
Por ello, antes de su implantación a gran escala en proyectos de restauración ecológica, es fundamental evaluar este riesgo. Considerar su uso en zonas controladas, emplear barreras si fuera preciso, o dar prioridad a la flora local en entornos de alto valor ecológico, son decisiones que forman parte de una praxis profesional responsable.
La monitorización de su comportamiento tras la plantación es siempre una medida prudente.