El Quercus ilex, conocido comúnmente como encina, es una de las especies arbóreas más emblemáticas y extendidas en España, desempeñando un papel crucial en la configuración de algunas zonas del paisaje ibérico.
Como especie predominante en la dehesa, un ecosistema agroforestal característico de la Península Ibérica, la encina no solo define el paisaje rural, sino que también contribuye a la identidad cultural y ecológica del país.
La encina es un elemento fundamental en la dehesa, un paisaje que combina árboles dispersos con pastizales y cultivos. Este paisaje es único y ha sido modelado por la interacción entre la naturaleza y la gestión humana a lo largo de los siglos.
Estos árboles, con sus copas amplias y su sombra característica, crean un mosaico de luz y sombra que favorece la biodiversidad, ofreciendo refugio y alimento a una gran variedad de especies.
Es una especie resistente que soporta condiciones climáticas adversas, como la sequía y suelos pobres, lo que la convierte en un pilar para la estabilidad ecológica en muchas regiones. Su capacidad para fijar el suelo ayuda a prevenir la erosión, mientras que su denso follaje y su sistema radicular profundo mejoran la infiltración de agua y el mantenimiento del ciclo hídrico en áreas áridas.
Además, el suelo bajo las encinas es rico en micorrizas, hongos que forman simbiosis con las raíces y son cruciales para la salud del ecosistema.
La encina de bellotas dulces.
Carrascas, encinas de bellotas dulces… son algunos nombres populares con el que se conoce al Quercus ilex L. subsp rotundifolia. Este pertenece a la familia de las fagáceas (Fagaceae) y es un árbol de hojas perennes de hasta 15 metros de altura, aunque en ocasiones puede alcanzar hasta los 30.
Es un árbol típicamente mediterráneo, soporta un amplio margen de temperaturas y las condiciones de estiaje seco y cálido, lo que hace que presenten una amplia distribución dentro de la región mediterránea. Si bien, al desplazarnos hacia el norte peninsular, la subespecie ballota se ve sustituida por Quercus ilex subsp. Ilex.
En su hábitat natural desarrolla una copa ovalada en estado joven, para ir ensanchándose hasta quedar finalmente con forma redondeada y algo aplastada.
Su forma es variable según las circunstancias de vida. Por ejemplo, de joven puede crecer formando matas arbustivas que, se podrían confundir con la coscoja (Quercus coccifera). Y, en ocasiones, según las condiciones climáticas o edáficas del lugar, se pueden quedar en estado arbustivo. En condiciones de individuos aislados y condiciones favorables, pueden llegar a ser majestuosos ejemplares.
Sus hojas son perennes, permaneciendo en el árbol entre dos y cuatro años. Son de aspecto coriáceo, de color verde oscuro por el haz y más claro y tomentosas por el envés. Su contorno está provisto de fuertes espinas cuando la planta es joven y cuando es adulto, en las ramas más bajas, careciendo de ellas las hojas de las ramas altas. Son hojas, por su dureza, evitan la excesiva transpiración de la planta, favoreciendo su crecimiento en lugares secos y con gran exposición al sol.
La corteza del Quercus ilex es lisa, de color verde grisáceo en los tallos que se va oscureciendo según avanza en edad. Finalmente, se agrieta en todas direcciones y su tronco queda muy oscurecido.
Floración y fruto del Quercus ilex.
Es una planta monoica (ambos sexos se presentan en una misma planta) y sus flores masculinas aparecen en amentos de tonalidad amarillenta al inicio, llegando a ser pardos en la madurez. Sus flores femeninas son pequeñas y nacen aisladas o en grupos de dos, sobre los brotes del año. Son de color rojizo al nacer y pasan a amarillo anaranjado en su madurez.
Florece entre los meses de marzo a mayo (España) y aunque es una planta con tendencia a la alogamia (polinización cruzada y fecundación entre individuos genéticamente diferentes), se dan casos de autogamia.
Sus frutos son las conocidas bellotas, verdes al inicio y glandes de color marrón oscuro cuando maduran, brillantes con una cúpula característica formada por brácteas muy apretadas y densas, recubriéndolas aproximadamente en un tercio de su tamaño.
Su maduración se produce entre los meses de octubre a noviembre y algunos años incluso en diciembre. La máxima producción de bellotas por árbol, aunque condicionada por las características medioambientales, se sitúa entre los 15 y los 20 años de edad.
Cultivo del Quercus ilex.
Como encinas, se cultivan principalmente por sus frutos, las conocidas bellotas, de gran interés en la montería. Por ello, las encinas se mantienen generalmente en dehesas, en las que se aprovechan sus bellotas para alimentar al ganado.
Este árbol es capaz de crecer sobre todo tipo de suelos, salvo los encharcados, arenosos o muy salinos, aunque prefiere los calizos secos.
Comparte hábitat con prácticamente todas las especies típicas del clima mediterráneo como por ejemplo Quercus suber, Quercus faginea, Quercus coccifera, Pinus halepensis, Retama sphaerocarpa, Rhamnus alaternus, Phyllirea latifolia, entre otras espcies.
Su corteza es rica en taninos, usados para curtir pieles. Su fruto sustenta una importante industria ganadera, con especial interés en la porcina.
Su madera es muy dura y sólida, usada tradicionalmente para hacer aperos de labranza. Y por su importante valor calórico, su madera es un muy buen combustible y muy estimada en la fabricación de carbón.